jueves, 8 de julio de 2021

Presentación personal

 


Me presentaré: tengo 65 años, estoy jubilado por una minusvalía a un tanto por ciento (%) que me permite conservar la cabeza (y la mente) en su sitio original. Es decir, el cacumen se halla intacto.

Mi idea es que, a partir de estas pequeñas REFLEXIONES cuya elaboración me ha sugerido mi amigo y colega Josep Jover, último premio Diario 16, admirado amigo y y autor, como él mismo dice, del último machetazo del TJUE (Tribunal de Justicia de la Unión Europea) para defender los intereses del personal interno, que abunda ad nauseam en la Administración española  Interinos, machetazo del TJUE al Supremo bogado provenientes de un militante de izquierdas en una formación que siempre creí de izquierdas, me pasó aquello que la leyenda dice que le ocurrió a Pablo de Tarso: se cayó del caballo.

El abogado Josep Jover, casi un desconocido, ha sido premiado por su compromiso con la lucha contra la corrupción, su incansable defensa del colectivo de los denunciantes de corrupción (whistleblowers) y su trabajo para en Europa para que  la UE aprobara la Directiva que protege los derechos de las personas que denuncian cualquier tipo de corrupción y, obviamente, se juegan su presente y su futuro.

 

Pues bien, aunque reconozco que aquel episodio del de Tarso nunca lo he estudiado y me quedé con la anécdota. Porque mi camino fue más sencillo: habiendo sido –desde el primer día, en 1974- un militante con la fea costumbre de decir lo que pienso, -“qué error, qué inmenso error en palabras de Ricardo de la Cierva)-  lejos de enseñarme la puerta para que me fuese con viento fresco, me dejaron caer (me ignoraron) y me fui. Supongo que esperaban un portazo peliculero al salir, pero hasta de eso se quedaron con las ganas.

Hoy sigo siendo militante, pero de la Transparencia. Por cierto, qué difícil es encontrar a alguien metido en política profesional a quien, aparte de llenársele la boca diciendo vaciedades y hasta pontificando sobre Transparencia, no se le encuentren fantasmas en el armario.

Si ahora enumerase la cantidad de libritos que, sobre Transparencia envié -y eso que los regalé- a personas que viven a golpe de canutazo y de declaraciones habituales- lo hice a gente que  me generaba respeto. No voy a mencionar ni enumerar a l@s destinatari@s porque no me considero quién. El receptor lo sabe, y me basta.

Estas pequeñas colaboraciones/reflexiones que hoy comienzan pretenden, y ojalá consigan, que las personas que accedan a ellas empiecen a ser conscientes de las importantes consecuencias (y compromisos) que lleva aparejada la maniobra española de SOLICITUD que el Gobierno del entonces presidente del Gobierno Adolfo Suárez presentó en 1977, solicitando oficialmente la adhesión a la CEE (hoy Unión Europea). Hubo que esperar hasta ocho años después, cuando el 12 de junio de 1985, se firmó el Tratado de Adhesión en Madrid aunque la integración efectiva de España en la Comunidad Económica Europea hubo de esperar hasta el día 1 de enero de 1986.

 

Esta aspiración española se vio satisfecha, pues, ocho años después -el 12 de junio de 1985- con la firma del Tratado de Adhesión en Madrid y la integración efectiva en la Comunidad Económica el 1 de enero de 1986.

 

Desde 1986, obviamente, han sucedido una multitud de cosas: estamos hablando del transcurso de 35 años.

En la película de 1953 “Bienvenido, Mr. Marschall”,  Pepe Isbert (inolvidable su “como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación) quiere darla, pero el consabido concejal listillo y metomentodo le da la vuelta, y lo que   hubiese sido una noticia triste deviene en una pequeña juerga: los americanos iban a pasar de largo, y aquel pueblo ficticio se tendría que conformar con lo que ya tenían: adiós, pues, fortuna. Pero habría jarana.

Sin embargo…”no pasa ná”.

Los primeros tiempos de Europa en España (y/o viceversa) fueron tiempos de recibir, no en balde necesitábamos modernizar infraestructuras: y fluyó la pasta, fluyeron las ayudas.

Cuando, por comparación simple con otros países que entraron más tarde, ya empezó a torcerse el morro de la gente porque, en vez de cobrar, deberíamos pagar o subvencionar a éstos? ¿De qué?

Y de ahí fuimos, sin apenas solución de continuidad, transitando hacia el pasotismo normativo. A hacernos los remolones para incorporar leyes y decretos europeos.

Tiempo tendremos de ahondar en el pastizal que nos está costando esa suerte de rebeldía sin causa. De momento, que quede claro cómo saltarse determinados compromisos hace más de treinta (30) años no resulta barato aunque la mona se vista de seda.

 

19 de junio de 2021

 

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