La política como
profesión
Cuando desde los veintipocos años te introduces en una
organización política se abren, fundamentalmente, dos opciones, dedicarse a
ello o no hacerlo. Si vales (nunca olvidaré aquel micrófono
traidor que grabó a la todavía Sultana del PSOE andaluz diciendo, acerca de
Pedro Sánchez “éste no vale, pero nos vale”), se me cayeron definitivamente los
palos del sombrajo, no sólo en cuanto a la valía o no valía del aludido, sino
al cuajo con que alguien, constituido en Juez y Jurado dentro de su propia
formación, demostraba tal falta de respeto hacia un compañero.
No es mi estilo hacer leña del árbol caído, por lo cual la
mención a la ex sultana andaluza no va a pasar de ahí. Bueno, sí, sólo a través
de una pequeña digresión: son muchas las personas que, al principio de la democracia han hecho carrera política sólo por estar en el
sitio y el momento adecuados para ser elegidos: no mover el trasero de la sede
del partido aparentaba una fidelidad que, a ojos del aparato, constituían un marchamo de silencio (ommertá diría mejor) ante cualquier desvío o desvarío de la
jefatura. Conozco gente que hoy está muy arriba por el método del aplausómetro y
que, además, iba acompañado de una
estrecha vigilancia por parte de una suerte de amos del calabozo que también medían –se supone que con ojos
entrenados ad hoc- la sinceridad de
los aplausos.
No sería justo si no mencionase a gente que, ésta sí, hizo
trabajos ingratos por poco dinero pero que, hoy en día, gozan de unas
remuneraciones -que pagamos a pachas tú
y yo, ciudadano- que ni por asomo se acercan a la responsabilidad que ostentan
(p.ej. vicepresidente de…), adjunto a…etcs ad
infinitum.
La otra opción, decir que NO a hacer una carrera política,
conllevaba el riesgo del olvido, de
no contar con alguien que, aunque fiel a las siglas y las ideas, al decir lo
que pensaba se cavaba su propia tumba. Y sus oportunidades de contribuir a
cualquier mejora, enterradas haciéndole compañía.
Eso que cuento es una vieja historia, y los más viejos del
lugar, aunque un tanto potrosillos y
perjudicados (=mayores, en fin), hemos decidido prescindir de los partidos
para acometer iniciativas ciudadanas que, aún no sabemos si artera o
torpemente, están quedando fuera de la Agenda Ciudadana pero que, más temprano
que tarde y sin reposo (como canta Pablo Milanés) formarán parte de ella
queramos o no. Aquellos tiempos en que el
Gran Wyoming hablaba de las futuras pesetas contando con un consenso ciudadano
suficiente ya no tienen marcha atrás. Son demasiados los vínculos y los
intereses que nos unen con la UNIÓN EUROPEA que plantearse abandonarla nos
convertiría en una especie de Albania.
Cuando ahora descubro lo que he contado, veo que mi excompañera
de filas Beatriz Talegón está trabajando en Diario 16 y, sin comerme nada de lo
que he dicho, reconozco que el trato que recibió Bea a partir de aquella
declaración suya en un acto de la IUSY merece el mismo respeto. Hizo algo muy
difícil y tuvo el cuajo de hacerlo en público. Olé por ella y ojalá lleguemos a
conocernos en este exilio autoinflingido que es un jardín de libertad.
Carlos Urrestarazu
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