jueves, 8 de julio de 2021

 

La política como profesión

 

Cuando desde los veintipocos años te introduces en una organización política se abren, fundamentalmente, dos opciones, dedicarse a ello o no hacerlo. Si vales (nunca olvidaré aquel micrófono traidor que grabó a la todavía Sultana del PSOE andaluz diciendo, acerca de Pedro Sánchez “éste no vale, pero nos vale”), se me cayeron definitivamente los palos del sombrajo, no sólo en cuanto a la valía o no valía del aludido, sino al cuajo con que alguien, constituido en Juez y Jurado dentro de su propia formación, demostraba tal falta de respeto hacia un compañero.

No es mi estilo hacer leña del árbol caído, por lo cual la mención a la ex sultana andaluza no va a pasar de ahí. Bueno, sí, sólo a través de una pequeña digresión: son muchas las personas que, al principio de la democracia han hecho carrera política sólo por estar en el sitio y el momento adecuados para ser elegidos: no mover el trasero de la sede del partido aparentaba una fidelidad que, a ojos del aparato, constituían un marchamo de silencio (ommertá diría mejor) ante cualquier desvío o desvarío de la jefatura. Conozco gente que hoy está muy arriba por el método del aplausómetro y que, además, iba acompañado de una estrecha vigilancia por parte de una suerte de amos del calabozo que también medían –se supone que con ojos entrenados ad hoc- la sinceridad de los aplausos.

No sería justo si no mencionase a gente que, ésta sí, hizo trabajos ingratos por poco dinero pero que, hoy en día, gozan de unas remuneraciones   -que pagamos a pachas tú y yo, ciudadano- que ni por asomo se acercan a la responsabilidad que ostentan (p.ej. vicepresidente de…), adjunto a…etcs ad infinitum.

La otra opción, decir que NO a hacer una carrera política, conllevaba el riesgo del olvido, de no contar con alguien que, aunque fiel a las siglas y las ideas, al decir lo que pensaba se cavaba su propia tumba. Y sus oportunidades de contribuir a cualquier mejora, enterradas haciéndole compañía.

Eso que cuento es una vieja historia, y los más viejos del lugar, aunque un tanto potrosillos y perjudicados (=mayores, en fin), hemos decidido prescindir de los partidos para acometer iniciativas ciudadanas que, aún no sabemos si artera o torpemente, están quedando fuera de la Agenda Ciudadana pero que, más temprano que tarde y sin reposo (como canta Pablo Milanés) formarán parte de ella queramos o no. Aquellos tiempos en que el Gran Wyoming hablaba de las futuras pesetas contando con un consenso ciudadano suficiente ya no tienen marcha atrás. Son demasiados los vínculos y los intereses que nos unen con la UNIÓN EUROPEA que plantearse abandonarla nos convertiría en una especie de Albania.

Cuando ahora descubro lo que he contado, veo que mi excompañera de filas Beatriz Talegón está trabajando en Diario 16 y, sin comerme nada de lo que he dicho, reconozco que el trato que recibió Bea a partir de aquella declaración suya en un acto de la IUSY merece el mismo respeto. Hizo algo muy difícil y tuvo el cuajo de hacerlo en público. Olé por ella y ojalá lleguemos a conocernos en este exilio autoinflingido que es un jardín de libertad.

Carlos Urrestarazu 

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