Más que un burdo rumor:
el “Efecto Bruselas”
COMPARATIVA
PARÁMETRO 1º
Superficie
Rusia Superficie: 17.075.400
km2
China
Superficie: 9.562.910 Km2
Unión
europea Superficie: 4.000.000 km²
SUPERFICIE TOTAL= 30.638.310Khm2
EUROPA supone un
+- 7 % de superficie total
.-.-.-.-.-.
PARÁMETRO 2º
Población
Población
China 2021: 1.411.780.000 habitantes
Población Rusia 2021:
146.238.185 habitantes
(9% superficie seca del planeta)
Población
Unión Europea 2021: 447.318.133 habitantes
.-.-.-.
Me
he apropiado de parte del título de una
sarcástica canción del difunto Javier
Krahe respetuosamente, con el cariño y la melancolía que quedan cuando
alguien como él falleció de lo que él mismo hubiese definido como un soponcio. De repente.
Voy
a escribir de tamaños –tema de la
canción- y, en concreto, de que quien lo desee haga una simple comparativa (los
datos están al principio) mirando un
mapamundi para ver cuál es el tamaño de China,
de Rusia, de los Estados Unidos de América y cuál el de
la Unión Europea. Porque la Unión
Europea es mucho más pequeña de tamaño en kms2.
Después
de comparar siquiera superficialmente, imaginemos por un momento a Italia, a
Francia, o a Alemania, compitiendo en tamaño, inventiva y, sobre todo, fuerza
de trabajo con China, Rusia o EEUU: imposible competir.
Sin
embargo, en esta época tan convulsa que estamos viviendo, cuando lo emocional
ha adquirido una importancia más que enorme, desmesurada, parece que nos vamos
dando cuenta de la importancia del
tamaño en cualquier competición,
incluso de tipo económico-comercial.
Hoy
da igual que Europa haya demostrado al mundo, a lo largo de centurias, la
importancia de la Educación: le dimos mucha importancia a la cultura y a que la
gente adquiriese conocimientos unidos inexorablemente a la formación de
criterios, de tal modo que hemos parido cerebros que han sido capaces de
mover el mundo e, incluso, de cambiar paradigmas que se tenían por inamovibles:
los avances científicos y la extensión del conocimiento entre capas sociales
que acaso nunca hubieran sabido el significado de la palabra progreso,
se extendieron por Europa aunque haya que reconocer que a distintos ritmos y con diferentes estándares de calidad; sin embargo, el tamaño
es, hoy en día, importante para poder
competir en un mercado absolutamente global (y cada día más globalizado) que
funciona como el mar: el pez grande se come al chico. Aquello del small is beautiful (lo pequeño es
hermoso) que corrió como la pólvora hace poco más de una década, ha pasado a un
profundo agujero de nuestra historia cuando de las cosas de comer tratamos.
Pero como
si de una paradoja se tratase, gozamos de la gran ventaja que nos proporciona lo que su autora, Mrs. Anu
Bradfrod, profesora finlandesa-estadounidense, experta en derecho comercial internacional de la Columbia Law School denomina “El Efecto Bruselas”: muy resumidamente,
“el Efecto Bruselas afirma que la fuerza
competitiva real y ventajosa de la Unión Europea radica en su capacidad de
crear un marco regulador común. ¿Eso supondría, para cualquier persona no
avezada, una gran ventaja? Sí, y de tal modo
que, en su opinión, quien domina el mundo a través de la externalización
involuntaria de regulaciones mediante los mecanismos globalizadores del mercado,
es la Unión Europea.“
Es evidente
en innegable que la U.E., pese que tiene muchos peros, goza de un mercado interior pujante y muy importante. Si a
esa intensidad mercantil le añadimos
la exigencia, compartida, de unos estándares
de calidad relativamente estrictos y la capacidad reguladora que ello conlleva, nos encontramos en una
clara ventaja competitiva que, además, podría
generar como efecto que las empresas que se dedican al comercio
internacional caigan en la cuenta de que no les es ni económica, ni legal ni
técnicamente práctico mantener unos estándares más bajos para comerciar fuera
de la UE. Las compañías que no son de la UE y que exportan globalmente, verían que
es beneficioso adoptar los estándares marcados en Bruselas para uniformizarlos
si quieren ser realmente competir.
Los europeos como entidad, creamos la U.E., aunque si
queremos recuperar el prestigio que tuvimos y mantuvimos en el mundo durante
mucho tiempo y ser, a la vez, competitivos, también estamos obligados a practicar
y hacer valer la decencia competitiva, y eso es muy importante cuando gozamos del Efecto Europa. Somos buenos cuando
nos ponemos a una tarea. Muy buenos. Si también ponemos la decencia en el
frontispicio de nuestras acciones comerciales, sólo nos quedaría pendiente,
entonces, dejar de dar prioridad a lo
nuestro, una expresión que apesta a nacionalismo rancio y que, personalmente,
siempre me ha dado repelús, para trabajar codo con codo con otros seres humanos
sea cual sea su origen o su etnia.
Me gusta imaginarlo: colaborando
con quienes compartimos destino y planeta, siempre dentro de unos estándares de
decencia y respeto que, obviando el tamaño, nos permita continuar en la pole position que ostentamos según afirma la profesora Anu Bradfrod, que nos aporta el Efecto Bruselas. En peor caso, sí estaríamos
en la zona limpia de salida. Nuestras
bazas, que siempre han sido la inteligencia
y la imaginación individuales, con
un sumando nuevo: la humildad de
trabajar en compañía de diferentes por un mismo futuro mejor: eso es lo más
importante que aporta el Efecto Bruselas.
Además, será apasionante. Estoy seguro.
Carlos Urrestarazu